domingo, 20 de marzo de 2011

Guillermo Canache y Mercedes Brito protagonizarán "Solo en Casa"

Me entero que Guillermo Canache y Mercedes Brito protagonizarán la Opera Prima de Manuel Pifano, "Sólo en Casa"

Se trata de una divertida comedia, en la que un esposo machista se da cuenta del verdadero valor de una mujer, una vez que su esposa debe salir de viaje por trabajo. El rodaje de este film, producido por Carlos Malavé, está previsto para mediados de mayo.

“Solo en casa” es el título de la ópera prima del joven cineasta Manuel Pifano (quien la escribió y dirigirá), la cual será rodada entre mayo y junio en Caracas, con la protagonización de Guillermo Canache y Mercedes Brito.

Se trata de una película de bajo presupuesto o cine guerrilla, producida por Carlos Malavé, cuyos fondos provienen de fuentes independientes, siguiendo la línea de “Subhysteria” de Leonard Zelig, “Paquete N.3” de Alfredo Hueck, “Azotes de barrio” de Jackson Gutiérrez y “Las caras del Diablo, también de Malavé.

En este largometraje venezolano también actuarán Guillermo García y Malena González y tendrá como director de fotografía a Maurizio De Vita.

Sobre el director

Manuel Pifano es un joven fotógrafo y cineasta venezolano, egresado del Tisch School of the Arts (NYU). Después se inició en talleres prácticos de cine digital en la New York Film Academy (NYFA) y en cursos de fotografía especializada en el International Center of Photography (ICP) de Nueva York.

Actualmente cursa estudios de comunicación social en la Universidad Monte Ávila. En Venezuela se dedica a la fotografía de retratos y moda. Investiga y escribe acerca del cine y la fotografía venezolana y ahora comenzará el rodaje de su primera película, “Solo en casa”.

Es productor ejecutivo de Bloodbath Test, película rodada en Nueva York bajo la producción de Leonard Zelig, protagonizada por Marisa Román, la cual se estrena este año. Es productor asociado de Azotes de barrio, de Jackson Gutiérrez y Carlos Malavé, largometraje que acaba de comenzar su filmación.

Nadie sabe lo que tiene

Carlos, interpretado por Canache, es el típico macho venezolano, echador de broma, fanático del béisbol, tomador de cerveza mientras ve el juego en la televisión, anfitrión de parrilladas todos los fines de semana, casado y con un hijo.

“Es el propio macho vernáculo, que siempre pensó que hacía todo y que las mujeres no sirven para nada. Ahora le tocará darse cuenta de cuánto vale tener una buena mujer al lado y cuánta falta hace la suya en verdad”, adelanta Pifano.

La ausencia de su mujer –Mercedes Brito– a causa de un viaje de tipo laboral, llevará a Carlos a enfrentarse a las tareas del hogar y al cuidado de un hijo al que sólo veía para jugar. De esta manera el protagonista de la historia se dará cuenta de lo difícil que es estar en los zapatos de su esposa y lo mucho que la necesita.

“No sabe cómo hace su mujer para ocuparse y cumplir perfectamente todas estas cosas: trabajo diario y quehaceres del hogar. En fin, no sabe hacer nada, porque todo siempre se lo hace su esposa y al final le tocará darse cuenta de que no es cuento eso que el trabajo más duro lo tienen las mujeres y el del sexo débil es el hombre”, explica Pifano, quien también es el guionista del film.

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jueves, 10 de marzo de 2011

Nuestro hombre en Libia


Yoani Sánchez

Era yo tan solo una bebita en los brazos de mi madre miliciana, apenas un trozo de "hombre nuevo" sin modelar, cuando aquella primavera de 1977 Fidel Castro viajó a Libia. El coronel Muamar el Gadafi lo recibió con todos los honores y le otorgó la Condecoración al Valor, una distinción que se le confería por primera vez a una personalidad extranjera. Frente a las cámaras, el comandante en jefe retribuyó con un apretón de manos al recién nombrado como guía de la revolución. Se miraron y se reconocieron en sus similitudes. Más tarde pasaron al encuentro no televisado, a esa reunión a puerta cerrada donde se fortalecieron los pilares de lo que sería una alianza que duró por más de 30 años.


Cuba y Libia habían emprendido senderos que discurrían en paralelo y que se juntarían en más de una ocasión. El punto de mayor coincidencia se centraba en sus líderes, en la simpatía que se profesaban ambos caudillos. De ahí que en 1980, cuando nuestra isla había sido sacudida por la escapada en masa de más de 100.000 cubanos, Gadafi le volvió a extender oficialmente su mano solidaria. Con un mensaje cargado de loas, felicitaba a Fidel Castro por haber sido reelecto como primer secretario del Comité Central en el II Congreso del Partido Comunista. El militar de academia llevaba por ese entonces más de una década al mando de aquel vasto territorio al norte de África, mientras nosotros superábamos aquí los 20 años escuchando los interminables discursos del máximo líder. Ambos basaban parte de su retórica de autovalidación en la constante referencia a los servicios sociales gratuitos que habían ofrecido a sus pueblos. Era la manera en que nos recordaban -día tras día- el alpiste, pero sin mencionar jamás la jaula.

La yamahiriya se constituyó en el sistema político promulgado por Gadafi en 1977, una especie de república en manos de todos, muy similar a la consigna "el poder del pueblo, ese sí es poder" que nos repetían a nosotros del lado de acá del Atlántico. Si las cosas no funcionaban en Libia, la culpa la tenían los propios ciudadanos que no sabían conducir su nación, si el descalabro económico se apoderaba de Cuba era porque la vagancia y el despilfarro de los individuos le agrietaban el rostro a la utopía. Tanto un líder como el otro sacudían frente a los ojos de sus súbditos el fantasma de la invasión extranjera y el regreso a la dependencia política como la peor de las claudicaciones. El anticolonialismo se constituyó en el lobo feroz que recordaba el excéntrico dirigente de origen bereber, a la par que el guía caribeño escarbaba en los resortes del antiimperialismo, convirtiendo la metáfora de David y Goliat en una perenne referencia a Cuba y Estados Unidos.

Los años noventa los encontraron a ambos quemándose en la hoguera que habían levantado con su terquedad y su actitud beligerante. Gadafi necesitaba limpiar su imagen hacia Occidente, mientras a Fidel Castro le urgía recaudar las divisas que le permitieran mantener el poder después del desplome del bloque socialista. El excéntrico presidente libio pagó indemnizaciones, se abrió tímidamente a la inversión extranjera, renegó -al menos públicamente- del terrorismo y hasta fue invitado por Barack Obama a la cumbre del G-8. El comandante de verde olivo fue más cauteloso, comenzó un proceso de reformas económicas que después trató de controlar con un retorno al centralismo, matizó su discurso belicoso con frases que aludían al daño ecológico que sufre el planeta y al concluir la primera década de este milenio se presentaba ya como un anciano sabio que publica reflexiones iluminadoras.

La prensa oficial cubana deslizó las primeras críticas a la actuación del hermano guía de la gran revolución libia. Le cuestionaba aquella reforma radical del régimen socialista que según él podría conducir a un "capitalismo popular". Tal parecía que los caminos que se habían entrecruzado una y otra vez, comenzaban a desplazarse en derroteros totalmente diferentes.

Sin embargo, con mis 23 años cumplidos, asistí al apretón cariñoso que se volvieron a dar ambos caudillos. A diferencia de aquel marzo de 1977, ya mi madre no quería ni oír hablar de su uniforme de miliciana y el líder libio era difícil de reconocer bajo el maquillaje, las telas y las gafas de sol. En 1998, cuando Fidel Castro participó en la Conferencia del Movimiento de los No Alineados, fue agasajado con el Premio Muamar el Gadafi a los Derechos Humanos que incluía la friolera de 250.000 dólares. Quedaba claro que el intercambio de galardones se constituía, junto a la colaboración económica y militar, las declaraciones de solidaridad y la ausencia de condena, en otra forma de apoyarse mutuamente, en una de las maneras elegidas por ambos para mover esos molinos que empujan -una y otra vez- las aguas del poder sobre sí mismos.

lunes, 7 de marzo de 2011

La relación triangular esta rota en Venezuela


En la mayoría de hogares en el país la relación triangular, padre, madre, niño está rota. “En cada familia, papá-mamá-hijo conforman un triángulo.

Ese triángulo está constituido por vínculos que unen y acercan, permitiendo hacer contacto y que se den los cuatro procesos fundamentales para el desarrollo y crecimiento de cada individuo: ubicación, identificación, relación y socialización.”

Barroso, Manuel, La Autoestima del Venezolano, Editorial Galac 1997, p.148 (citado por Chegoyo ene este artículo)
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La familia

La familia es la célula fundamental de la sociedad. Dentro de la familia básica, cada miembro cumple un rol, ya sea como padre, madre o hijo, teniendo todos derechos y deberes en un ambiente de respeto y solidaridad.

El valor de la familia se basa fundamentalmente en la presencia física, mental y espiritual de las personas en el hogar, con disponibilidad al diálogo y a la convivencia, haciendo un esfuerzo por cultivar los valores en la persona misma, y así estar en condiciones de transmitirlos y enseñarlos. Algunos de los valores más importantes para vivir en familia son: unión, honestidad, solidaridad, amor, respeto y tradición.

La palabra familia viene del latín fames que significa hambre, pues desde su aparición, una de las principales funciones de la familia fue atender las necesidades elementales y permanentes de todos sus miembros, en especial la alimentación. (Calendario de fechas cívicas)

martes, 1 de marzo de 2011

Avanza la rebelión contra el régimen de Gadafi

Infografía AFP

El líder libio Muamar Gadafi, acorralado por la rebelión, insistió en que su pueblo lo “adora”, en declaraciones juzgadas de “delirantes” por Estados Unidos, que junto a Europa acentúa la presión para evitar un baño de sangre en este rico país petrolero de África del norte.

La insurgencia ha conquistado en dos semanas la mayor parte del territorio y se ha hecho con el control de los principales pozos petrolíferos, y ahora prepara, desde su bastión de Bengasi (este) su avance sobre Trípoli.

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Vía: Noticias 24